Mi artículo anterior
se trató de poder tomar consciencia que somos seres interpretativos. Es decir,
interpretamos las cosas que nos suceden en la vida en base a los conocimientos particulares
que hemos adquirido en nuestro vivir. Por lo tanto, como dice Rafael
Echeverría, no sabemos cómo son las cosas sino como las interpretamos. Es así,
que muchos problemas, dificultades o insatisfacciones que enfrentamos en la
vida son producto de nuestras interpretaciones, y por lo tanto tenemos que
reflexionar sobre ello para salir adelante.
Pero, ¿para que más me sirve saber que soy un
ser interpretativo? Ante esa pregunta, pienso que para empezar podemos
reflexionar sobre tres temas que planteo a continuación:
1) Si
sabemos que somos seres interpretativos, ¿tendrá sentido pelear por tener la
razón al discutir entre varias personas? Si cada persona tiene un modo
particular de interpretar las cosas, lo “usual” al discutir debería ser esperar
que existan varias razones en lugar de una sola. Y quizás el objetivo debería
ser llegar a un “acuerdo” que contenga en la medida de lo posible la mayor
parte de esas razones. Humberto Maturana dirá: “La mejor forma de solucionar desacuerdos es con acuerdos”. Y esto
se puede aplicar desde las discusiones más sencillas hasta los conflictos más
complejos.
2) Si
sabemos que somos seres interpretativos, ¿podremos ser objetivos en nuestras
interpretaciones? Suele suceder que algunas veces podemos pensar: ¿por qué la
gente no puede ser objetiva al analizar las cosas para lograr acuerdos?
Pensamos de repente que hay una fórmula secreta para “ser objetivo”, cuando lo
más probable es que no la haya. Lo que si podemos hacer es “escucharnos” con
atención, para entender los argumentos e interpretaciones de los demás, y así
poder llegar a acuerdos satisfactorios. “Todo
lo dicho es dicho por alguien” dirá también Maturana.
3) Si
sabemos que somos seres interpretativos, ¿deberíamos estar confiados en que los
mensajes que enviamos o recibimos serán entendidos correctamente? Sobre este
punto hay un par de frases que se me vienen a la mente: “pero si lo leí y el
mensaje estaba clarito”, o “la explicación que yo hice estuvo más clara que el
agua”. Sin embargo, como a estas alturas ya habremos reflexionado, el tema no
es tan simple. Por tal razón, una buena costumbre a desarrollar será el uso de
la “confirmación de entendimiento”, tanto para los mensajes que emitimos como
para los que recibimos. En otras palabras, confirmar si lo que entendimos del
mensaje concuerda con la intencionalidad del emisor, o en su defecto si el
receptor de nuestro mensaje lo entendió en forma correcta. En inglés este
proceso es conocido como “feedback”.
Hasta el lunes