En mi artículo
anterior, explicaba como los seres humanos tenemos la capacidad de cambiar
nuestra forma “ser” mediante el aprendizaje de nuevas formas de “hacer” las
cosas. Algo similar es lo que podemos realizar en los sistemas sociales a los
cuales pertenecemos.
En primer lugar,
reconozcamos la existencia de la cultura y prácticas sociales que condicionan
fuertemente las acciones de los seres humanos en los ambientes sociales en los
cuales se desarrollan, llámense centros de trabajos, clubes, partidos
políticos, agremiaciones, etc. Por ejemplo, muchas veces por la conducta de sus
funcionarios ustedes pueden identificar que estos pertenecen a una determinada
empresa, o también por la forma de hablar o actuar se puede identificar a los
hinchas de un determinado club deportivo, etc.
En segundo lugar, identifiquemos
el poder que tenemos los seres humanos para cambiar dichos ambientes sociales con
nuestras acciones. Este poder al que nos referimos, se hace más evidente cuando
hay un desarrollo de las capacidades de liderazgo en la persona. Por ejemplo,
los líderes vecinales que se organizan para cooperar con las autoridades en el
combate a la delincuencia, o los líderes que constituyen organizaciones para
apoyar el desarrollo de las personas menos favorecidas, etc.
Es decir, aquí se
produce un efecto dual (de ida y vuelta) entre la “persona y la sociedad”. Rafael
Echeverría define este efecto como el tercer principio de la “ontología del
lenguaje” (que al igual que los otros principios son base conceptual del
coaching ontológico): “Los individuos
actúan de acuerdo a los sistemas sociales a los que pertenecen. Pero a través
de sus acciones, aunque condicionados por estos sistemas sociales, también
pueden cambiar tales sistemas sociales”.
En otras palabras, si
bien los sistemas sociales a los cuales pertenecemos condicionan nuestra
conducta, nosotros podemos generar cambios en ellos con nuestras acciones. Sin
embargo, el poder de nuestras acciones para realizar o generar esos cambios
estará en función de nuestras capacidades y esfuerzos de liderazgo, y del
alcance de convocatoria del mismo. Obviamente esto no es fácil, demanda esfuerzos
de reflexión, aprendizaje y retos. Pero
nos recuerda algo: nosotros somos los responsables y protagonistas de nuestras
vidas, no somos víctimas inocentes de todo lo que nos pasa.
Hasta el jueves.