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jueves, 17 de diciembre de 2015

EL MIEDO (segunda parte)

En mi artículo anterior del día lunes, explicaba que el miedo es la emoción que surge ante nuestra interpretación de estar frente a una “amenaza” de pérdida de algo valioso para nosotros, y que nuestros “recursos” para enfrentar dicha amenaza no son suficientes. Señalaba además, que durante esa emoción nuestro cuerpo presenta ciertas características que lo disponen para “huir o luchar”. Finalmente, mencionaba que será la reflexión que hagamos sobre nuestras interpretaciones (y los juicios detrás de ellas) de los factores que componen el miedo: amenaza y recursos las que nos ayudarán a dar una respuesta adecuada a nuestra emoción.

Quisiera llamar vuestra atención sobre la forma en que participan en el proceso de la emoción del miedo, los tres dominios básicos de nuestro ser y de los cuales hemos venido hablando en nuestros artículos; me refiero a las “emociones”, el “cuerpo” y el “lenguaje”. En este caso han podido apreciar como la emoción del miedo condiciona a nuestro cuerpo a ciertas disposiciones para “huir o luchar”. Asimismo, han podido notar como las reflexiones que hacemos en el lenguaje nos permiten razonar acerca de la realidad y magnitud de los juicios que están detrás de las amenazas que enfrentamos y de los recursos que poseemos para enfrentarlas; para poder dar una respuesta adecuada (funcional) a la emoción. En otras palabras, estos tres dominios están relacionados entre sí.

Otro punto que quisiera mencionar es que las emociones no son ni buenas ni malas. Son las respuestas adecuadas o inadecuadas que nosotros le damos a las emociones las que tendrán un significado determinado en nuestras vidas. Por ejemplo, el miedo es una de las emociones que suele ser condenada socialmente, cuando nos dicen: “eres un miedoso” ciertamente no es una alabanza. Sin embargo, gracias al miedo podremos protegernos de los peligros de la vida, y surgirán: los consejos para situaciones delicadas, carteles que avisan sobre peligros, campañas de protección frente desastres, etc.

Al miedo como emoción también podemos verlo en una escala de magnitudes. Desde la más leve que podría ser la “preocupación” que nos puede servir para planear nuestras acciones y así evitar resultados no deseados, hasta la máxima que se nos ocurre podría ser el “pánico”, que suele ser muy peligrosa y causal de muchas tragedias porque deja muy poca capacidad de reflexión a las personas que caen en él.

Daniel Goleman recomienda que mediante la reflexión nos ejercitemos en identificar las situaciones que hacen surgir en nosotros la emoción del miedo. En primer lugar para conocerlas y estar conscientes de ellas, y en segundo lugar para reflexionar y desafiar los juicios que están detrás de ellas.


Hasta el lunes en que hablaremos sobre el “enojo”.