Si recurrimos al diccionario
de la Real Academia Española (RAE) para encontrar el significado de la palabra
ambición encontraremos dos significados: “1) f. Deseo ardiente de conseguir
algo, especialmente poder, riquezas, dignidades o fama. 2) f. Cosa que se desea
con vehemencia”.
El primer significado está
relacionado con cosas que esperamos obtener, tales como: poder, riquezas,
dignidades o fama. En mi opinión, estas cosas tienen algunas características
comunes: i) todas ellas están fuera de nuestro ser, es decir, tenemos que
buscarlas fuera de nosotros, ii) son cosas deseables y escazas, por lo tanto,
son cosas valiosas según la ley del mercado, iii) son cosas que usualmente se
adquieren producto de la competencia.
En otras palabras, este significado
nos hace dependientes de querer alcanzar cosas externas que tienen un valor
económico social y que nos hace competir con otros seres humanos. Esa
competencia nos hace rivales para conseguir lo que queremos e inevitablemente
existirán ganadores y perdedores. El investigador Humberto Maturana sostiene
que con la competencia aprendemos a querer ganar y empezamos a negar al otro.
Cada vez estoy más cerca a ese pensamiento, lo único que me aleja son mis años
de persona competitiva, pero espero llegar algún día a ser coherente con este
pensamiento.
El segundo significado es
más genérico dice: “cosa que se desea con vehemencia”. Ese espacio más abierto
en mi opinión hace posible que se pueda ambicionar el amor. Y para hacer la
definición de amor un poco más tangible cito nuevamente a Maturana y su
definición de amor: “la aceptación del otro, como un legítimo otro en la
convivencia”.
A mi criterio si
ambicionamos ese amor, ya no estaríamos hablando de competir sino de compartir.
Estaríamos pensando que somos seres humanos que compartimos un mundo y no que
competimos en un mundo. Cuando comparto algo estoy partiendo ese algo con otra
u otras personas, cuando compito por algo estoy queriendo ganar para mí la
mayor parte de ese algo en contra de otro u otros.
La ambición de cosas
externas nos lleva al exterior para obtener esas cosas que creemos satisfarán
nuestro ser interior. Lo curioso es que cuando hacemos las cosas de esta forma
ese ser interior no se satisface, siempre quiere más, y de esta manera se hace
esclavo de lo externo. En
cambio la ambición del amor nos lleva a nuestro ser interior y de allí nos
motiva a compartir ese amor con el mundo, en todo caso aquí el riesgo es que
nos hagamos esclavos del amor, ¿vale la pena correr ese riesgo?: yo creo que
sí, ¿y ustedes que piensan?
Hasta el lunes.