Daniel Goleman y Peter
Salovey consideran a las capacidades de
consciencia y de gestión de emociones como dos de las cinco principales esferas
de la inteligencia emocional.
Para tener consciencia de
nuestras emociones y poder reconocer las emociones que estamos viviendo debemos
acostumbrarnos a autoobservarnos. Usualmente no nos autoobservamos en nuestro
emocionar. Cuando lo hagamos podremos reflexionar sobre las causas, características
y consecuencias de nuestras emociones. Sin este paso fundamental será casi
imposible poder gestionar nuestras emociones.
La gestión de nuestras
emociones tiene que ver con lo que se denomina “autodominio”. Sin embargo, este
autodominio no significa que nosotros podemos dominar nuestras emociones
impidiendo que estas se produzcan. Esta sería una tarea imposible, ya que
nuestro emocionar es más rápido que nuestra racionalidad. Lo que significa este
autodominio es que nuestra racionalidad nos permita responder adecuadamente a
nuestras emociones. De tal manera que nos produzca un equilibrio emocional. Dicho
en otras palabras, que la duración y magnitud de nuestras emociones sea la
adecuada.
Un proceso clave para la
gestión de emociones es la reflexión. Por lo tanto, es necesario que practiquemos
constantemente la reflexión o autoreflexión. Mediante la reflexión podremos tomar
consciencia primero y luego desafiar los fundamentos que pueden haber producido
en nosotros emociones como la ira, la ansiedad y la tristeza. Muchas veces los
fundamentos que originaron esas emociones, son errados, magnificados o existen de
repente otros fundamentos que eran desconocidos por nosotros. Veamos algunos
ejemplos:
- Podemos
tener ira y sed de venganza porque una persona se pasó la luz roja y chocó nuestro
auto. Sin embargo, luego nos enteramos que esa persona estaba huyendo de unos
asaltantes con armas. Al saber eso es probable que la ira se transforme en
comprensión.
- Podemos
sentir una fuerte ansiedad porque pensamos que no pasaremos un examen final.
Pero luego reflexionamos y nos damos cuenta que hemos estudiado y practicado lo
suficiente y que es poco probable que nos equivoquemos en lo que sabemos. Es
bastante factible que luego de ese análisis nuestra ansiedad se modere.
- Finalmente
podemos sentir tristeza porque perdimos nuestro trabajo. No obstante ello, al
ponernos a pensar podemos darnos cuenta que hay otras opciones laborales más
interesantes a las cuales podemos postular. Lo más probable es que luego de esa
reflexión ya no estemos tan tristes.
Hasta el lunes.