Como hemos venido explicando
en artículos anteriores las conversaciones son una danza entre el hablar y el
escuchar de las personas. Sin embargo, muchas veces le damos más importancia al
hablar que al escuchar, a pesar, de que si no fuera porque alguien escucha no
tendría sentido hablar. En este artículo lo que haremos es revindicar la
importancia del escuchar y lo haremos basándonos en lo escrito por Rafael
Echeverría en su libro Escritos sobre
aprendizaje.
Como sabemos, porque lo
hemos repetido muchas veces en nuestros artículos anteriores, los seres humanos
somos seres interpretativos. Esto significa que interpretamos las cosas de acuerdo
a nuestros conocimientos y experiencias particulares. Por lo tanto, lo más
probable es que las interpretaciones de una misma cosa por parte de varios
seres humanos sean diferentes. Este razonamiento es igual de válido para la
escucha. Es decir, al escuchar algo, no todos los seres humanos escuchamos lo
mismo. Estar consciente de este fenómeno nos hace aceptar que en la escucha existe
una “brecha inevitable” entre los seres humanos, como sostiene Echeverría.
Tener consciencia de la
existencia de esa “brecha inevitable” debería ser algo bueno por sí mismo.
Porque debería hacernos respetar la escucha de los otros seres humanos.
Asimismo, debería hacer que nos interesemos en reducir dicha brecha inevitable,
tanto en nuestro rol como oradores o como en el de público oyente. Para reducir
esa brecha deberíamos aprender a usar ciertas habilidades que nos permitan
hacerlo, tales como: i) verificar las interpretaciones de lo que escuchamos,
ii) descubrir la intencionalidad o inquietud del orador al que escuchamos, y,
iii) indagar sobre lo que no nos queda claro de lo que escuchamos.
Las tres habilidades que
hemos mencionado en el párrafo anterior nos pueden sonar bastante razonables. No
obstante ello, reflexionemos que en la práctica puede ser que esto no sea así.
Muchas veces se cataloga de inseguras, o lentas a las personas que preguntan
mucho, o a las que tratan de verificar
sus interpretaciones. Esto puede venir de nuestra educación de la niñez, en la
que el maestro prefería al alumno callado y aceptante, en lugar del
participativo y preguntón.
Finalmente, otro aspecto
clave en la escucha es nuestra disposición de “apertura”. Entendiendo por
apertura esa disposición de estar abierto a las interpretaciones de los demás. Solo
con esa disposición de apertura podremos aceptar y apreciar la existencia de
esa “brecha inevitable”. Solo así, además, podremos trabajar y gestionar dicha
brecha con las tres habilidades que hemos compartido en este artículo.
Hasta el jueves.