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lunes, 14 de marzo de 2016

¿QUÉ TAL ESCUCHAS?

Como hemos venido explicando en artículos anteriores las conversaciones son una danza entre el hablar y el escuchar de las personas. Sin embargo, muchas veces le damos más importancia al hablar que al escuchar, a pesar, de que si no fuera porque alguien escucha no tendría sentido hablar. En este artículo lo que haremos es revindicar la importancia del escuchar y lo haremos basándonos en lo escrito por Rafael Echeverría en su libro Escritos sobre aprendizaje.

Como sabemos, porque lo hemos repetido muchas veces en nuestros artículos anteriores, los seres humanos somos seres interpretativos. Esto significa que interpretamos las cosas de acuerdo a nuestros conocimientos y experiencias particulares. Por lo tanto, lo más probable es que las interpretaciones de una misma cosa por parte de varios seres humanos sean diferentes. Este razonamiento es igual de válido para la escucha. Es decir, al escuchar algo, no todos los seres humanos escuchamos lo mismo. Estar consciente de este fenómeno nos hace aceptar que en la escucha existe una “brecha inevitable” entre los seres humanos, como sostiene Echeverría.

Tener consciencia de la existencia de esa “brecha inevitable” debería ser algo bueno por sí mismo. Porque debería hacernos respetar la escucha de los otros seres humanos. Asimismo, debería hacer que nos interesemos en reducir dicha brecha inevitable, tanto en nuestro rol como oradores o como en el de público oyente. Para reducir esa brecha deberíamos aprender a usar ciertas habilidades que nos permitan hacerlo, tales como: i) verificar las interpretaciones de lo que escuchamos, ii) descubrir la intencionalidad o inquietud del orador al que escuchamos, y, iii) indagar sobre lo que no nos queda claro de lo que escuchamos.

Las tres habilidades que hemos mencionado en el párrafo anterior nos pueden sonar bastante razonables. No obstante ello, reflexionemos que en la práctica puede ser que esto no sea así. Muchas veces se cataloga de inseguras, o lentas a las personas que preguntan mucho, o  a las que tratan de verificar sus interpretaciones. Esto puede venir de nuestra educación de la niñez, en la que el maestro prefería al alumno callado y aceptante, en lugar del participativo y preguntón.

Finalmente, otro aspecto clave en la escucha es nuestra disposición de “apertura”. Entendiendo por apertura esa disposición de estar abierto a las interpretaciones de los demás. Solo con esa disposición de apertura podremos aceptar y apreciar la existencia de esa “brecha inevitable”. Solo así, además, podremos trabajar y gestionar dicha brecha con las tres habilidades que hemos compartido en este artículo.

Hasta el jueves.