Según Humberto Maturana, el lenguaje
debe haberse originado en la antigüedad, debido a la afectividad emocional y
social con las que los seres humanos coordinaban sus acciones individuales y
grupales para la sobrevivencia.
Esa conducta emocional afectiva
de colaboración cotidiana, adicionada al desarrollo de sus capacidades
biológicas (sistema nervioso y cerebro), son las que habrían hecho posible la
creación del lenguaje. Así, el lenguaje habría surgido entrelazado al emocionar,
que en ese entonces era lo que guiaba las acciones de los seres humanos.
El lenguaje incrementó y le
dio mucha flexibilidad a la coordinación de acciones que los seres humanos efectuaban
para realizar sus actividades individuales y conjuntas. Esto pudo ser posible
debido a que el lenguaje permitió que los seres humanos pudieran crear
significados para identificar, describir e interpretar las cosas del mundo y
sus emociones, conductas, movimientos, etc.
Es decir, los seres humanos a
diferencia de los animales perciben, interpretan y actúan en el mundo con sus
conocimientos emocionales y lingüísticos entrelazados. Esta diferencia es
crucial, porque esta capacidad de reflexión que nos da el lenguaje, nos permite
tener consciencia de nuestros actos y hacernos responsables de ellos. Esta
capacidad de reflexión es un acto en el lenguaje que como ya hemos hablado en
artículos anteriores nos permite a los seres humanos gestionar y cambiar
nuestras emociones.
A ese hecho de vivir en el
lenguaje el autor le llama “lenguajear”. En otras palabras, cuando los seres
humanos interactuamos con el mundo lo hacemos con nuestro “emocionar
entrelazado con nuestro lenguajear”.
Una pregunta que podría
surgir a estas alturas es: ¿Y por qué esto es importante? En mi opinión es
importante porque nos muestra que los seres humanos no podemos ser
completamente racionales, ni completamente emocionales. Emocionalidad y
racionalidad siempre estarán entrelazadas en nuestro ser.
En conclusión tenemos que
aceptar nuestras emociones y reflexionar sobre los fundamentos que las
sustentan. Esas reflexiones nos permitirán cuestionar los fundamentos de
nuestras emociones, y coordinar las acciones adecuadas para gestionar nuestras
emociones o cambiarlas.
La importancia de la
reflexión es que nos permite ser responsables de nuestras acciones y
protagonistas de nuestro futuro.
Hasta el lunes..