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jueves, 9 de junio de 2016

SOMOS SERES QUE VIVIMOS EN EL LENGUAJE Y LAS EMOCIONES

Según Humberto Maturana, el lenguaje debe haberse originado en la antigüedad, debido a la afectividad emocional y social con las que los seres humanos coordinaban sus acciones individuales y grupales para la sobrevivencia.

Esa conducta emocional afectiva de colaboración cotidiana, adicionada al desarrollo de sus capacidades biológicas (sistema nervioso y cerebro), son las que habrían hecho posible la creación del lenguaje. Así, el lenguaje habría surgido entrelazado al emocionar, que en ese entonces era lo que guiaba las acciones de los seres humanos.

El lenguaje incrementó y le dio mucha flexibilidad a la coordinación de acciones que los seres humanos efectuaban para realizar sus actividades individuales y conjuntas. Esto pudo ser posible debido a que el lenguaje permitió que los seres humanos pudieran crear significados para identificar, describir e interpretar las cosas del mundo y sus emociones, conductas, movimientos, etc.

Es decir, los seres humanos a diferencia de los animales perciben, interpretan y actúan en el mundo con sus conocimientos emocionales y lingüísticos entrelazados. Esta diferencia es crucial, porque esta capacidad de reflexión que nos da el lenguaje, nos permite tener consciencia de nuestros actos y hacernos responsables de ellos. Esta capacidad de reflexión es un acto en el lenguaje que como ya hemos hablado en artículos anteriores nos permite a los seres humanos gestionar y cambiar nuestras emociones.

A ese hecho de vivir en el lenguaje el autor le llama “lenguajear”. En otras palabras, cuando los seres humanos interactuamos con el mundo lo hacemos con nuestro “emocionar entrelazado con nuestro lenguajear”.

Una pregunta que podría surgir a estas alturas es: ¿Y por qué esto es importante? En mi opinión es importante porque nos muestra que los seres humanos no podemos ser completamente racionales, ni completamente emocionales. Emocionalidad y racionalidad siempre estarán entrelazadas en nuestro ser.

En conclusión tenemos que aceptar nuestras emociones y reflexionar sobre los fundamentos que las sustentan. Esas reflexiones nos permitirán cuestionar los fundamentos de nuestras emociones, y coordinar las acciones adecuadas para gestionar nuestras emociones o cambiarlas.

La importancia de la reflexión es que nos permite ser responsables de nuestras acciones y protagonistas de nuestro futuro.

Hasta el lunes..