Una de las principales
corrientes dentro del coaching es la Programación neurolingüística (en adelante
PNL). Esta corriente nace de dos autores: Richard Bandler y John Grinder. Ellos
en su libro La estructura de la magia I,
explican que el mundo es la representación completa de la realidad en
que vivimos. Lo que hacemos los seres humanos es construir mapas o modelos de
ese mundo que nos sirven para interpretarlo y actuar en él. Uno de los procesos
que usamos para la construcción de estos mapas o modelos es el que ellos
denominan como “generalizaciones”.
Las generalizaciones son los
procesos que consisten en representar experiencias particulares como si fuesen
generales. Por ejemplo, si sabes que no tienes habilidades para tocar la
guitarra, una generalización sería decir “soy un negado para la música”. Con
ese juicio creado por esa generalización lo que estamos haciendo es
construyendo un límite en el mapa de nuestro cerebro por donde no podremos
pasar. Por lo tanto, podría implicar que en el futuro no intentemos tocar otro
instrumento musical.
Pero si las generalizaciones
ponen límites a los mapas que nos sirven para interpretar en el mundo, ¿por qué
las hacemos?, ¿para qué nos sirven? Pues nos sirven para hacer más eficientes
nuestros procesos. En el caso del ejemplo anterior, la generalización efectuada
lo que busca es ahorrar invertir tiempo en una actividad musical para la que se
piensa que no se tiene habilidad, la lógica es que ese tiempo podría ser mejor
invertido en otra actividad en la que si se tenga la habilidad correspondiente.
Esa es la lógica de las
generalizaciones, tratan de hacer más eficiente nuestra vida aprovechando las
experiencias vividas. El problema es cuando se hacen esas generalizaciones en
automático, sin hacer una reflexión adecuada. Cuando se hacen de esa manera
podemos estar limitando nuestra vida y dejando de realizar acciones valiosas. Como
en el ejemplo antes mencionado, en el cual de repente no tenemos habilidad para
tocar la guitarra, pero si para tocar cualquier otro instrumento, o cantar. La
reflexión es una herramienta poderosa que deberíamos cultivar y nunca
abandonar.
Lo más peligroso es que esas
generalizaciones pueden venir desde nuestra niñez, donde aún no habíamos
desarrollado una capacidad de reflexión adecuada. Y puede venir de las personas
que más nos quieren, nuestros padres, cuando nos dicen: “tú estás negado para
las manualidades”, “el deporte no es para ti”, “eres un desorejado no tienes ritmo”.
Por eso, cuidemos lo que le decimos a nuestros hijos, no contribuyamos a su
creación de generalizaciones que pongan límites innecesarios en su vida.
Hasta el jueves.