Como prometimos en
nuestro artículo anterior, con un ejemplo buscaremos clarificar este proceso de
reflexión y de paso del estado de ánimo del resentimiento a la aceptación.
Supongamos que estamos
resentidos porque sentimos que hemos sido víctimas de una injusticia, al no
haber sido seleccionados dentro del equipo de nuestra empresa que se encargará
de una importante negociación. Hagamos el proceso de reflexión propuesto:
-
¿Nos prometieron que integraríamos el
equipo? Si la respuesta es afirmativa habría espacio para hacer un reclamo
fundamentado en esa promesa. Si la respuesta es negativa, no habría razón para
sentirnos víctimas.
-
¿Existe alguna expectativa legítima
incumplida a nosotros en el hecho de no ser parte de ese equipo? En el caso que
la respuesta sea negativa no habría un sustento para sentirnos víctimas. Si la
respuesta fuera positiva, tendríamos que analizar los fundamentos que sustentan
nuestras expectativas legítimas para formular nuestro reclamo y estar abiertos
a escuchar los argumentos de la otra parte.
-
Supongamos que hemos efectuado un reclamo
fundamentado. Analicemos estas dos alternativas opuestas:
a) La
primera, que la otra parte nos muestre los fundamentos que sustentan la
selección del equipo. En este caso, podemos estar de acuerdo o no con sus
sustentos, pero podremos aceptar la situación de que no está en nuestras manos
la posibilidad de cambiar sus fundamentos. En todo caso podríamos hablar de
discrepancias pero no de injusticias.
b) La
segunda, sería que la otra parte no nos de ningún fundamento, y es más nos
amenacen con despedirnos si hacemos problemas. En esta alternativa podemos
decidir que si somos víctimas de un trato injusto y renunciar porque no
queremos pertenecer a una organización con esas características.
-
Si en la situación descrita en el punto
b) antes mencionado hemos decidido renunciar se nos presentarán dos situaciones
opuestas. La primera es quedarnos resentidos con esa organización deseando que
le vaya mal y vivir con ese estado de ánimo. La segunda es perdonar a la
organización y aceptar que es su forma de operar, que no estamos de acuerdo,
pero que la aceptamos por que no la podemos cambiar. Esta segunda acción nos
llevará al estado de ánimo de aceptación en paz. El perdón como se puede
apreciar en este caso es para nuestro bien, no para el de la organización.
Hasta el jueves, en
que haremos algunas reflexiones finales.