Hace unos días tuve la
oportunidad de asistir al montaje que está realizando el equipo de La Tarumba y que tiene como nombre
Tempo. La verdad soy un seguidor de la La
tarumba y este espectáculo en mi opinión es muy recomendable.
Mientras admiraba el espectáculo
me ponía a pensar en todo el trabajo que debe haber detrás de cada malabar, de
cada ejercicio, de cada actuación. Cuantas acciones repetitivas deben haber
realizado cada integrante del equipo para lograr un resultado excelente. Y como
la suma de esos resultados individuales excelentes dan origen a un espectáculo
extraordinario.
Para nosotros los
espectadores, las actuaciones que hacen los artistas de La Tarumba nos parecen que están llenas de “acciones difíciles”, y en
efecto lo están. Lo que pasa es que cuando ellos las hacen parecen fáciles.
Detrás de esa facilidad con la que ellos realizan sus actos está todo su
entrenamiento y esfuerzo cotidiano.
Les propongo reflexionar
para ver si podemos aplicar ese enfoque de vida de La Tarumba en nuestra vida diaria. En mi opinión, nosotros también
somos capaces de hacer que se nos haga fácil la realización de esas “acciones
difíciles” que se nos presentan en la vida cotidiana. Solo tenemos que realizar
las acciones clave del entrenamiento efectivo: esfuerzo y repetición.
Ya sé, pero ustedes podrán
decir: eso de realizar las acciones claves del entrenamiento efectivo no es tan
fácil. En efecto, claro que sí, no es tan fácil, tenemos muchos enemigos
internos que nos impiden ponerlo en práctica. Como por ejemplo: “no tengo
tiempo”, “eso cansa”, “eso no es para mí”, “mejor lo hacemos mañana”, “yo no
tengo habilidad para eso”, “hay otros que lo hacen mejor que yo”, “¿y si no
funciona?”, etc., etc., etc.
Sin embargo, la
responsabilidad de entrenar en forma efectiva para poder realizar esas “acciones
difíciles” es nuestra y la tenemos a la mano todos los días. No depende de
nadie más. Nadie nos puede impedir que hagamos diariamente nuestro mejor
esfuerzo en forma repetida, ¿o sí? Nadie puede impedir que busquemos con
entusiasmo el resultado deseado.
¿Y cuál es ese resultado
deseado? Bueno, en el caso de La Tarumba
la cara de alegría de todo el elenco cuando termina el espectáculo. Todos ellos
sonrientes satisfechos de haber brindado su mejor esfuerzo. La cara de alegría
y el aplauso generoso de todos los que disfrutamos del espectáculo. Las
emociones son contagiosas y como en este caso la alegría se contagia. Y esa
alegría no solo es momentánea, se revive cada vez que se recuerda lo vivido, como
ahora que escribo este artículo: ¡Gracias La
Tarumba!
Hasta el lunes.